viernes, 11 de noviembre de 2011

Incentivemos habilidades en nuestros hijos para verlos triunfar

Desde hace unos años, mi hija mediana practica natación.   Empezó a los cinco añitos en un curso de verano y siguió desde entonces primero en cada verano y ahora lo hace practicando durante todo el  año, ya que forma parte de un equipo municipal.
Inicialmente esto no era nada serio, fue por acompañar a su hermana mayor al curso y se quedó en uno para niños de su edad.  Les participo que estos cursos son buenos,  porque al final de cada uno,  hacen una competencia por nivel y van “fichando” a los mejores nadadores y reclutándolos. 
La primera vez que mi hija compitió a los cinco años,  ganó; sin embargo,  no tomamos esto en serio,  porque  lo atribuimos al impulso del susto;  ya que al ver salir  los demás niñitos hacia la meta, se quedó paralizada escuchando como todos les gritaban que se tirara, antes de lanzarse tan nerviosa que no paró a ver nada más, hasta alcanzar la orilla opuesta, en primer lugar. 
Por supuesto que yo me alegré y me puse muy contenta, pero todos sabemos en las increíbles cosas que logra el ser humano cuando está asustado, así que no le dimos mayor  importancia, la felicitamos eso sí, efusivamente Y le incentivamos para que siguiera así; aunque  lo tomamos como un triunfo casual.
Sin embargo,  hoy en día, orgullosamente debo admitir, que Gracias a Dios no era nada casual.  Mi hija ha ganado varias medallas de oro, forma parte de un equipo de natación y compite en varias categorías.   Ella en realidad es buena en esto…  Nada heredado de su madre, por supuesto; yo solo puedo nadar como “perrito” y me entra fobia si no toco el fondo. 
Pero todo esto no se los cuento solo porque sepan las buenas noticias de mi hija, no.  Sino porque quiero compartir con ustedes el orgullo que se siente, al  ver a alguien tan tuyo “alla”,  del otro lado,  logrando cosas importantes. 
En su última competencia, me enorgullecí  hasta el llanto,  al verla hacer su trabajo,  tan segura de sí.   Y cuando escuchaba a las demás personas hablando de ella, como una de las mejores nadadoras del equipo, sin saber que la señora que tenían a su lado era yo,  su madre.  Ese fue uno de los mayores premios de mi vida como madre. 
Posiblemente ya les habrá tocado a algunas de ustedes vivir esta experiencia, o posiblemente la vayan a vivir dentro de poco.  No importa lo que su hijo haga:  Si recita una poesía, participa de las olimpiadas, canta, es puesto de honor,  está en una obra de teatro, es líder de un grupo o está graduándose del colegio o de la universidad. 
Es maravilloso verlos ejecutar  lo que mejor saben hacer.  Y es grandioso ser esa persona que desde el público  sabe en realidad todo lo que ha costado y está en ese momento recibiendo por mil su gratificación.
Es entonces cuando cobra sentido todo lo que hemos tenido que dejar de hacer, todo lo que hayamos pospuesto, todo el costo que hayamos pagado, todos los desvelos, retrasos y contratiempos que hayamos tenido, ya no importa nada de eso.  Descubre usted en este instante para que lo hizo y se da cuenta que valió la pena. 
Un día de la madre o un cumpleaños,  no serían mejor que este momento.  Nada en el mundo se compara, al momento de éxtasis en donde vemos a un hijo obtener un logro y a nosotras obtenerlo por tres:  Por él, por nuestro sacrificio como madre y por el solo hecho de que no importa cuántas personas haya en el lugar, usted será el personaje principal siempre, porque solo a usted su hijo se le acercará emocionado y le abrazará diciéndole “¡Lo logré mamá!”.
          Como mujeres y madres, vamos por la vida de un lado para el otro haciendo todo lo necesario porque nuestros hijos estén bien.  A veces incluso nos descuidamos a nosotras mismas y queremos regresar sobre nuestros propios pasos para hacer los correctivos necesarios.  No obstante,  cuando algo tan significativo como el triunfo de un hijo pasa.  Es entonces cuando recién entendemos que ese sentido de entrega que Dios nos da como madres, funciona por encima de todo lo demás y que nuestros instintos de dar y cuidar de nuestros hijos están desarrollados más allá de nosotras mismas y cualquier cosa en la vida...
Confiemos  en nuestro Instinto Maternal, Dios nos lo regaló como brújula para no perder el camino por el que debemos llevar a nuestros hijos a través de la vida.

Artículo escrito para la Revista Mamá de Hoy www.mamadehoy.com, adaptado para este blog por su autora, Nereida Patiño

Relaciones amistosas entre niños, las bases para una vida sana y plena


Una de las cosas más tristes para  una madre es descubrir que alguno de sus hijos casi no tiene amigos. 
                ‘…No tengo amigos en la escuela, - fueron las palabras de mi hija de preescolar, -solo Javier  y Patricia son mis amigos y comparten conmigo, los demás no me hablan cuando los saludo…”
                Mi esposo y yo nos miramos y tratamos de explicarle que en realidad uno no es amigo de todos, ni todos pueden ser amigos de uno, para que no se preocupara, que quizá todo se debía a que no la conocían muy bien; pero en realidad nos sentimos tristes, de que nuestra niñita no estuviese aprovechando estos años tan lindos de su infancia llena de amigos, como suponíamos. 
                Gracias a Dios, no había transcurrido mucho rato de esta desilusionante conversación cuando al llegar a la cocina, encontré una tarjeta de invitación:   Era para ella, mi hija pequeña, la misma que no tenía amigos y a la que nadie saludaba.  Y además no era ni de Javier ni de Patricia: era de Diego.   Un compañerito que al preguntarle a ella, no sabía ni quién era.
                Lo que me sospechaba, ella tampoco sabe mucho sobre sus compañeros, no solo ellos desconocen de ella, sino que también de viceversa.  Tampoco sabía que estaba invitada a esa fiesta.  Como son niños tan pequeños, los padres de familia envían las tarjetas, con los nombres de los compañeros proporcionados por las maestras y ellas las ponen en las mochilas, sin que los niños se enteren.
                Como era de esperarse no faltamos a la cita: es más, desde que le avisamos de la fiesta  a Isabella, puso a  Diego entre sus “amigos”, y no se olvidó, hasta el día acordado.
                Pues, allá estuvimos el día de la fiesta.  Fue muy “linda”,  con mamás llamando y corrigiendo; niños corriendo y  gritando emocionados; payasos, burlándose de las mamás, premios y caritas felices al recibirlos. 
Los niños como es natural se conocían y se hablaban más de acuerdo al momento y a quien tenían cerca cada uno,  ni siquiera en grupitos, porque aún son muy pequeños.  Mi hija, como esperaba,  no fue el centro de la fiesta, pero nadie lo fue;  ni siquiera el cumpleañero.  Ella lo conocía, pero como a uno más de sus compañeros y él a ella igual.
Allí conocí a Javier, el cual sí es cierto que compartió con ella más que los demás, pero a Patricia en cambio solo la conocí  de pasada, no quiso aceptar la invitación de mi hija de venir a conocerme, ni las vi hablando más de un minuto.  Sin embargo,  conocí a Laura, la niña que más llamaba a mi hija a jugar y la única que ella nunca me había mencionado. 
Al final de la fiesta, le pregunté a mi hija qué como había pasado la tarde, a lo que me contestó contenta: “Divertida mami, como tú también”.  Porque  para los hijos estas fiestas son tan importantes que no imaginan que a veces son un verdadero sacrificio para sus padres, todas las  mamás que llevamos a nuestros hijos a una fiesta o hacemos una,  sabemos que son necesarias no solo para darles felicidad, sino también para desarrollar lazos sociales y amistosos,  y esto;  aunque no lleva esta intención, no solo para ellos, sino también para nosotras, quienes de fiesta en fiesta, conocemos a  otros padres,  los cuales a menudo veremos desde ahora y por lo menos en los próximos diez años, así que también se harán amigos nuestros.
Sí, mi hija y todos los asistentes a la fiesta se despidieron felices esa tarde.  Y las mamás y papás,  debo mencionarlos, que también asistieron, estuvimos satisfechos de haber reservado para nuestros hijos ese momento  en que son parte del “selecto grupo”  de los invitados a un cumpleaños.
Ya Isabella no recuerda, la noche en que me habló de que nadie la saludaba, ya tiene un recuerdo más cercano del día en que fue a “La Fiesta de Diego”,  como una más de sus invitadas y se divirtió y compartió con todos y donde todos la saludaron y también la despidieron por igual…
Las relaciones amistosas son tan importantes para  los niños, como lo son para los adultos.  Les ayudan a tener identidad y sentirse parte de un grupo, aunque a veces las cosas no funcionen como ellos quisieran.   Justamente estos encantos y desencantos amistosos,  son los que les darán la experiencia y ayudarán mañana a desenvolverse como personas afectivamente sanas y fuertes  en un mundo adulto cada vez más competitivo y exigente.
               
Artículo escrito para la revista Mama de Hoy  http://www.mamadehoy.com/ , adaptado para este blog por su autora Nereida Patiño.

sábado, 4 de junio de 2011

Mejorar nuestro profesionalismo e ingresos desarrollando una Actitud Positiva en el trabajo

Hace unos días, ví a una chica “aparentemente" muy profesional, pero cometiendo el  peor error que un colaborador puede hacer.  Discutir con su jefe, para justificar y explicar la omisión de una instrucción que no siguió y que había traído malas consecuencias a la empresa. 
Al final de 10 minutos de de una inútil discusión, la chica tuvo que aceptar su error y salir de allí pidiendo disculpas y no sin antes haber dejado la impresión de ser una persona negativa ante el trabajo.
Muchos quizá me preguntarán:  ¿Pero y qué más podría hacer si debía explicar sus motivos?  Pues sí,  explicarlos tal vez, pero no justificarlos; sino aceptar su error, pedir disculpas de una vez por todas y hacer ver que la próxima oportunidad estaría más al pendiente o lo haría diferente.  Y ya!
Lo que a esta chica le faltó,  es la actitud que buscan los jefes en sus subalternos, la cual a su vez es la misma que hace que un colaborador suba, se estanque o se elimine a sí mismo en el mundo laboral.  La muy bien llamada Actitud Positiva.
No importa si eres  un colaborador de nivel bajo, medio o alto.  Solo la actitud positiva te ayudará avanzar o descender en el mundo profesional. 
Pero, ¿qué es y en qué consiste la Actitud Positiva?
 La Actitud, no es más que la manera en que nos conducimos en nuestras labores diarias. 
Positiva, le llamamos a la forma  creativa y entusiasta con que ejecutemos cada tarea asignada.
La Actitud Positiva, consiste entonces en  que,  ante cada uno de los desafíos a que nos enfrentamos en  nuestra labor diaria,  busquemos  la manera más beneficiosa y entusiasta, desde el punto de vista del negocio, de resolverlo.  Sin incomodarnos por el esfuerzo, ni pensar que esta es nuestra milla extra.  En realidad,  para esto se nos paga.   
También incluye un poco de pensar: ¿cómo harías si la empresa fuese tuya?  Aunque trabajes en una multinacional, es importante que siempre te desarrolles pensando como lo harías si el negocio y el dinero invertido en él, incluyendo el que paga tu salario, fuese tuyo. 
Sin saberlo esto te va a dar los parámetros para manejarte de la manera más acertada posible y conjugará eficiencia y eficacia a la vez.  Lo que te convertirá entonces sí, en el colaborador que mejor desempeñe tu misma función dentro de tu mismo rango o nivel laboral.  Y, ¿adivina a quien será el próximo a que le mejorarán el salario o le tomarán en cuenta para un aumento?
No importa de qué lado estés: 
Si eres un nuevo emprendedor, toma nota de las personas de que te tienes que rodear, para que tu negocio mejore cada día y brinde modelo de calidad.

Si por el contrario, eres un profesional de cualquier rama, no importa el nivel laboral en que te encuentres, ten en cuenta que las empresas pagan fortunas a estas personas por el volumen de positivismo y buenos resultados que arrastran a su paso.  Y a que normalmente a estas personas una vez descubiertas, no las dejan escapar. 
Trabaja cada día como el ejecutivo que deseas llegar a ser y verás que más pronto de lo que esperas,  lo serás!

Mejorar la calidad de vida desarrollándose en lo que más le gusta: Viva al estilo 80/20


Existe un estilo de vida que muy pocos practican, pero que debiéramos empezar a utilizar casi, casi como una filosofía de vida, de trabajo y de negocios.  La ley del 80/20 o ley de Pareto.
Según este italiano, de nombre Wilfredo Pareto, el 80% de los resultados son consecuencia del 20% de las causas y viceversa.  Esto significa que tan solo el 20% de nuestros esfuerzos o acciones son los que producen el mayor porcentaje  -aproximadamente el 80% según esta ley-  de los buenos resultados que obtenemos.  También hay que entender la ley al reverso, que el 80% de nuestro tiempo y esfuerzo generan tan solo un 20% de resultados óptimos
Esta ley que  se puede aplicar a todo: nuestra vida, nuestro trabajo, nuestro tiempo etc., en realidad es una ley contra-intuitiva, porque va en contra de la lógica esperada, que nos dice que entre más esfuerzo, mayor resultado.  Sin embargo,  está basada en resultados estadísticos que aunque no siempre son tan exactos como 80/20 sí están bastante cercanos a estas proporciones.
Pero, ¿cómo hace una persona para aplicar el principio 80/20 en su diario vivir, ya sea en el trabajo, en su vida familiar, en su tiempo, en sus finanzas,  donde quiera que lo desee?  Pues, más que nada,  para aplicar esta ley debemos concentrarnos en las acciones que mejores resultados nos dan en cada área de nuestra vida.  
Preguntémonos, ¿Entre todo lo que hago para logar X resultado, qué es lo que más me acerca a lo esperado?  Una vez obtenida esta respuesta, sabremos cual es la acción a la que deberemos aplicar nuestro 80% del tiempo, para maximizar los resultados y obtener mucho más allá del 100% esperado.  Porque de esto se trata todo esto, de lograr el éxito en todo lo que hagamos,  aumentando nuestros buenos resultados por medio de las acciones que mejores frutos nos den.
En nuestra vida familiar por ejemplo, podemos aplicar esta ley desarrollando y cultivando relaciones con quienes más regocijo nos causen.  En los trabajos, podemos dejar de lado, el 80% de tareas o acciones diarias que no son tan importantes, para concentrarnos por orden de importancia en las que sí lo son.
Está comprobado que mientras más disfrutemos de algo, mejor lo desarrollaremos y con mejores niveles de calidad.  Aunque nos parezca increíble, esto es como apostar a ganador desde todo punto de vista.
Concentrarnos en lo que más nos gusta y que mejores resultados nos da, para recibir lo mejor que podemos esperar, una mejora en nuestra calidad de vida casi garantizada.
Posiblemente le parezca mentira todo lo que digo, pero inténtelo.  Se escribe más fácil de lo que es;  lo sé, pero en el camino los obstáculos se tornan interesantes y cuando lo logre,  usted se sentirá increíble.
¡Buena suerte en la aplicación de sus mejores acciones al estilo 80/20!

viernes, 15 de abril de 2011

Enseñar con el ejemplo y Aceptar la vida como venga... La doble lección de un buen padre

Hay quienes dicen que lo mejor que le pueden dejar los padres a los hijos es su ejemplo y yo estoy de acuerdo.  
Suavemente, poco a poco, los padres van transmitiendo sin querer lo mejor o lo peor de ellos mismos y casi siempre, bajo su propia orientación,  solo se toma lo mejor…  Todo esto no lo digo por el ejemplo que yo pueda estar dejando a mis propias hijas, lo digo por el ejemplo que mi papá me está dejando a mí. 
A mis 41 años, aun estoy aprendiendo lo mejor de mi papá y me siento como una niña que recién empieza a  asimilar toda la enseñanza que él me está dejando.  Yo pensé a los veintitantos años que ya lo había aprendido todo de él: La honradez, la puntualidad, su disciplina, su integridad, etc.  Todos esto, cosas que he seguido aplicando  a lo largo de todos mis años de adulta.  Por supuesto, siempre recordando la templanza y la firmeza con que  mi padre la ha aplicado en la suya propia.
Sin embargo, nada de esto me preparó,  aunque si me ayudó mucho… a sobrevivir los momentos más difíciles que como adulta me ha tocado vivir. 
Casi he desfallecido estos últimos años con una infinidad de situaciones juntas que me han llegado, la mayoría mucho más allá de lo que yo alguna vez creí que tendría que vivir…  Y en cada momento de estos, tan difíciles… aunque los he afrontado con fortaleza, por dentro todo mi mundo se ha visto tambaleado y yo misma me he sentido débil e incapaz de seguir…
Cuento todo esto para reflejar lo dificil que me ha sido como ser humano, aún con toda mi madurez,  asimilar las dificultades y sobreponerme a ellas.  Me he sentido mil veces vencida y mil veces he vuelto a ser la niña que quisiera tener a sus padres, para correr a ellos,  abrazarlos y dejar los temores atrás.  Y cuando digo esto, les confieso que no me reconozco de tanta debilidad, por esto,  sé que que esta sensación de incapacidad, no tiene que  ver con madurez, sino con preparación emocional y quizás hasta espiritual, para las vueltas de la vida. 
Pero como Dios sí que no deja nada al azar, vuelve a mandarme a mi padre, cuando yo creí que ya todo lo que me podía enseñar estaba dado y a una edad en la que muy poco los busco para hablarles sobre los pormenores de mis problemas…
Mi papá es un hombre de 68 años, pero a quien nunca había visto  como un anciano (ni siquiera sospechaba que tenía esa edad), siempre lo vi en los sesenta ni uno más y quizá algunos menos. Año tras año, nunca asimilé que mi papá iba envejeciendo, y lo mismo le pasaba al resto de la humanidad, pues a esa edad era un hombre 100% sano, de buena alimentación, ningún tipo de malestar físico, ni enfermedad conocida.  De esos señores que se levantan de madrugada y recogen, ordenan, cocinan, limpian patios, viven una vida tranquila, no tienen vicios, y a su edad tampoco muchos sobresaltos, fuerte de carácter, algo difícil dirían algunos, muy recto digo yo.  Con una visión tan grande de la vida y tan madura, pero quien siempre dijo que preferiría "estar mil veces muerto,  que convaleciente en una cama y como un viejo enfermo", que cuando algo así le pasara lo dejásemos morir… 
De tan activo y ágil que era, hace ocho meses se le ocurrió como hacía siempre, montar a un árbol del patio a podarlo: “Para que dejase colar las luz del sol” justificaba cada vez, pero con tan mala suerte, que en esta ocasión cayó desde una altura equivalente a un tercer piso…
Desde entonces,  puedo decir que todo fue más allá de lo que se puede ver en cualquier telenovela: la ambulancia que corre con él herido, las malas noticias de parte de los doctores, nosotros los familiares queriendo poner buena cara para no desalentar a los demás, la resignación que mandan a tener los doctores por si el familiar muere, la sala de cuidados intensivos, donde te dicen que tu familiar está entre la vida y la muerte cada día por casi cuatro meses, el llanto un día,  la esperanza otro…  La voluntad de Dios por delante de todo.
La primera vez que me dejaron verlo, después del accidente, tuve que leer su nombre en la camilla, para asegurarme que la persona totalmente inchada y desfigurada que veía era él.  Ese día tenía doce aparatos conectados a la vez.   Un día se hinchó tanto su cuerpo por una bacteria en los pulmones, que pensé que moriría tan hinchado como un sapo.  Otro día llegué y me lo encontré tan al borde de la muerte que aunque no estaba dormido, no nos reconocía y cada intento de respiración pensamos que sería el último.  Yo misma le día mi número a la enfermera para que me avisara si había algún desenlace fatal durante la noche, luego de rogar que nos dejasen quedar a su lado infructuosamente.   Algunos hombres de mi familia, renunciaron a verlo, preferían solo recibir noticias, por no soportar el estado tan delicado en que estaba. 
Pero gracias a Dios, después de resignadamente haberlo puesto en sus manos y acatar su voluntad, fuera cual fuese, mi padre sobrevivió a una bacteria nosocomial en los pulmones, otra en una cavidad del corazón y a dos paros respiratorios.   Aunque su médula no corrió con tanta suerte y se vio seriamente afectada por la caída,  lo que provocó su inmovilización total del cuello para abajo.  No puede mover ni los brazos, ni las piernas. Y respirar por sí solo, es otro milagro, pues los especialistas no creían que podría volverlo a hacer...  Estuvo conectado a un respirador artificial por los cuatro meses que estuvo en una sala llamada  "Cuidados Intensivos de Neuro"   Paso tres meses semi-inconsciente, de esta etapa recuerda muy poco. 
Ahora su pensamiento es perfectamente claro y lúcido como siempre, pero su cuerpo no lo acompaña.
¿Y cómo se imaginan que me sentía cada vez que pensaba en la forma en que iba a tomar toda esta situación, un hombre tan activo como él?  Eso me ponía triste.  Tenía la sensación de que él no podría apreciar la vida y que se iba a sentir muerto de todas formas.  Pensé que ese carácter fuerte del cual muchos ya se quejaban,  iba a tornarse amargo e insoportable y que nos iba a reclamar por dejar que le salvasen cuatro veces la vida… Pero no ha sido así. 
MI papá lo ha tomado como algo que pasó simplemente.  Una situación dada, a las que hay que seguirle el juego.  A pesar de que a veces lo siento triste, él lo ha tomado como una etapa en su vida, como algo que tiene que vivir.  Y cuando se le llega al visitar, está tranquilo, mirando la televisión y todavía sigue preguntando si todo está bien en nuestras vidas. 
Tiene paz en su alma y en su corazón a pesar de que la vida le cambió radicalmente.  Para que tengan una idea mejor, él solo llevaba en retiro de jubilación un año y toda su vida anterior la vivió tres semanas de viaje y una en el hogar. Ahora no se puede ni mover de una habitación de 5m2, porque hasta la silla de ruedas es incómoda para su cuello y solo resiste dos horas diarias en ella.
Cada vez que lo visito y entro a su habitación, siento una admiración al verlo tan sereno y calmo ante una situación tan diferente a la que estamos acostumbrados para él.  Y hay paz, hay paz en su alma y en su alrededor; hasta a mi mamá,  que al principio la sentía un poco frustrada y agobiada con toda esta situación, también la encuentro en paz. 
Hoy me parece que sus vidas son como esas ramas de árboles inmensos, que la brisa mece para un lado y otro, pero que al final son tan resistentes y tan estables, que nos dan esa sensación de que allí no pasa nada y hasta quisiéramos ser ellas…
Para finalizar, debo reconocer  que extraño un poco a esa persona activa que ya no está.  Y también que me siento un poco triste porque ahora si le han caído los años, cuando me habla y lo veo, mucho más viejo que hace ocho meses atrás, en este tiempo ha envejecido desde los 60 que siempre le calculé hasta casi los  70 que está ya por cumplir, y eso me llena de nostalgia.  Ahora también lo veo más vulnerable, pero yo creo que ese es solo mi parecer, el de una persona que debe aprender mucho a sobrellevar las cosas de la vida sin mayor resistencia y no con tanta rigurosidad… 
Sí,  mi papá en estos últimos meses, me ha dado las mejores lecciones de mi vida, una ya la conocía aunque no la tenía muy clara:  Predicar con el ejemplo y la otra:  Aceptar las cosas de la vida como parte natural de si misma.  Aunque ambas las tengo ante mí, todavía no logro asimilarlas, pero sé que dentro de poco lo lograré.  Y espero ser tan sabia y fuerte entonces, como lo ha sido él, como la rama de un viejo árbol que se dobla… pero que no se rompe.

martes, 8 de marzo de 2011

Un embarazo inesperado: Un hijo que nos traerá una bendición inesperada

Cada día libre tengo el placer de ser despertada con unos besitos tibios y unas caricias tiernecitas en la frente.  Al principio tengo la tentación de seguir dormida, pero pronto desisto al comprobar que la fuente de tanto cariño no piensa alejarse,  sino hasta cuando con voz adormecida le salude con un “Hola mi reina, ¿cómo estás?”. 
Estas palabras, aunque las digo con amor, me cuestan un mundo, el mismo que bien pronto tiro al abandono cuando escucho la respuesta de mi angelito despertador: “Bien mami, bien, ¿y tú?’”; al mismo tiempo que llena de energía se acomoda sobre mi regazo para regalarme todavía más, un abrazo lleno de ternura y fuerza infantil, lo más parecido a un abrazo de oso, pero en este caso: oso bebé.  Un abrazo con muchas ganas,  pero por lo cortito de sus bracitos, poco abarcador…
Mientras escribo esto se me inunda el alma de emoción al revivir estos y muchos momentos lindos, los mismos que nunca planee; porque como muchas mujeres,  me sorprendió la cigüeña en una etapa en que un bebé en casa no entraba para nada en la planificación familiar, ni personal de nadie en mi hogar. 
Como mis hijas mayores ya estaban grandecitas,  yo podía estar más tranquila y con mayor libertad de acción, además estábamos tratando de sacar a flote, un negocio familiar.   Mis dos hijas, por su parte,  ya estaban adaptándose a su diferencia de edades, así que las cosas fluían muy tranquilas y en paz en nuestra casa; cuando de pronto descubro,  sin poder creerlo; que estaba nuevamente embarazada… y a pesar de todas las precauciones.  Con  anticonceptivos  incluidos.
Al inicio me sentía sumamente preocupada, la economía familiar tampoco incluía un bebé y menos con todos los gastos que su espera acarrearía.  Hacía tan solo un año, había yo regalado todo lo de mi hija más chica.  Sentía que estaba volviendo a empezar de nuevo, pero esta vez de menos cero.
Sin embargo, poco a poco, de una forma o de otra, nos fuimos preparando para recibir al bebé.  Las preocupaciones se fueron volviendo bromas.  Estábamos seguros de que sería un varoncito, sino por qué un embarazo inesperado; además de que nunca se dejó ver en los ultrasonidos y cuando medio lo hizo,  el doctor pensó que era un varón,  recuerdo que decíamos que le pondríamos de nombre “Salvatore”, porqué tendría que venir a “salvar a la familia entera”; y que en vez de “un pan”, Salvatore traería “un molde”, porque debía ser para todos… Pobrecito mi bebé, con  tanta carga emocional…
Así, entre preocupaciones  y  bromas nació mi niña.  Sorprendiendo a todos los que la llamábamos Salvatore,  por su sexo y como un verdadero regalo navideño,  un 27 de diciembre. 
Con su llegada, no voy a mentir diciendo que las cosas se han arreglado milagrosamente, pero si debo aceptar,  que nuestra vida a seguido igual, sin más,  ni menos.  Rectifico: sin menos, porque sí ha habido más.
Mi hija, aunque fuerte y valiente para enfrentarse a la gente, es algo así como un osito cariñosito, no es que nosotros la consintamos, es que ella nos consiente a nosotros.  Por algún motivo especial,  ella nos ha llenado de amor del bueno.  Lo sabe dar, lo sabe expresar y sobre todo, lo sabe agradecer.  Nos elimina preocupaciones.  Cuando estamos abrumados, abrimos la puerta a su mundo y nos adentramos en sus historias y aventuras, la escuchamos y dejamos fluir nuestra escondida magia infantil junto a la de ella y esto mejora nuestra vida diaria.
Sé que esto no me ha pasado solo a mí, sé que le ha pasado a muchas mamás en el mundo.  De pronto el mundo se les tranca con un hijo inesperado, solo para descubrir que de la forma que sea,  es  una de las mejores cosas que les ha ocurrido y que es un verdadero regalo de Dios.  Si alguna de las mamás que hoy leen esto,  está en esta situación, le recomiendo que no se desespere. Que espere a que su hijo se revele como lo que será, en  una de las mayores bendiciones de Dios en su vida.
Mi gran lección:
Definitivamente, he llegado a la conclusión de que mi vida no hubiese estado completa sin mi hija pequeña y que el espacio que ella ocupa en mi vida y la de mi familia hacía falta de llenar.  Recibamos a cada hijo con la mejor de las alegrías, no importa las circunstancias.  Solo con  la presencia de los hijos,  es cómo podemos descubrir el amor  de Dios en nuestras vidas.
Escrito originalmente para revista Mamá de Hoy, www.mamadehoy.com, modificado para este blog por su autora Nereida Patiño 

lunes, 17 de enero de 2011

Sobreponerse a las situaciones difíciles, cambiando el rumbo de lo establecido: Rompa Paradigmas

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 “Nueve puntos formando un cuadrado y cuatro líneas que los marquen a todos sin dejar ninguno fuera, ni sobreponerse una línea sobre otra.  ¿Cómo se hace?”

Así  empezaba un seminario que tomé recientemente sobre emprendimiento.  De treinta personas, solo una pudo encontrar la respuesta.  Yo todavía hoy tengo que dibujar los puntos y marcar las líneas para recordar como se pudo…
La única respuesta correcta en cualquier dirección es: Saliéndose de la forma visual del cuadrado, es decir: “Olvidándose de lo que está establecido de una u otra forma.”  Recordemos que  nada está escrito, ni dicho en piedra. 
Mucho de lo establecido, no  son más que paradigmas (ideas o hechos aceptados como  verdaderos o falsos sin ponerlos a prueba) y estamos llenos de ellos.   Sin embargo, hay que romper con ellos a veces para encontrarle rumbo a nuestra vida.  Debemos ir en dirección diferente a lo establecido,  si nos  damos cuenta de que no nos está funcionando y buscar nuevas alternativas,  ante cualquier dificultad y en cualquier situación.
No siempre lo usual o común es lo “conveniente” para nosotros.  Cada persona es un ser tan diferente de otro, con situaciones y circunstancias que quizá puedan parecer iguales, pero que el solo hecho de incluirnos les hace únicos, y es que también los seres humanos somos únicos.  Entonces entendamos que no siempre lo que es ideal para otros,  necesariamente es bueno o apto para nosotros.
Aprendamos a ser diferentes, con circunstancias y formas diferentes,  “convenientes”  para nosotros.  Transformemos nuestro mundo para mejor, partiendo de nuestro individualismo y de nuestra felicidad.  Si nosotros logramos ser felices, rompiendo con los paradigmas que nos retienen y desarrollando ideas que nos hagan bien, de seguro seremos felices y contribuiremos con ellos a un mundo mejor.
Recordemos, no todo lo establecido es lo ideal para nosotros.  Tenemos la libertad de salirnos del cuadrado.  Después de todo… Es nuestra vida!

viernes, 7 de enero de 2011

La Adopción: una decisión dificil, pero una buena decisión

Hace unas semanas nació un nuevo “sobrinito”.    Viéndolo, pareciera que Dios mismo le hubiese pintado la carita pues es como un angelito de lo hermoso,  lindo y sanito que es.  Sus papás  están felices al igual que el resto de su familia.  Pero su abuela materna, “una amiga del alma”, es la más feliz después de su mamá. Y no es para menos…

         Es la primera vez, con lo que le gustan los niños y desde que su hija era bebé; que mi amiga tiene a un bebé tan cerquita,  tan cerquita, casi como si fuese suyo; porque todas sabemos que con excepción de los deberes de manutención, la abuela es equivalente a la mamá con todos los poderes y derechos sobre los nietos.   

         Mi amiga trata de no entrometerse entre el bebito y sus papás, pero está al pendiente de todas sus necesidades y es custodia de que nada le falte. 

Tenía mil problemas un segundo antes de la labor de parto de su hija, pero milagrosamente tan pronto esta inició y durante las horas que duró el alumbramiento hasta el nacimiento del bebé;  pareciera que todos se fueron resolviendo, porque ahora nada es más importante, ni tampoco tan urgente de resolver…  Solo importa que el bebé este bien.

         Y pensar que hace unos veintitantos años atrás, Nohelia, como le llamaré para mantenerla en el anonimato, decidió sin darse cuenta la felicidad que la inunda hoy y que le corrobora una vez más que no se equivocó.   Es que ella,   nunca pudo concebir, aunque hizo todos los intentos que la época permitió.  Fueron años muy difíciles,  con las esperanzas en el aire, queriendo formar nubes rosas que nunca se modelaron.

No la conocía entonces, pero a través de los años, la he visto amar y sacrificarse tanto por esa hija, que no me cabe la menor duda de todo su sufrimiento.  Sin embargo, Dios le concedió del don de la visión y la fe,  más allá de la tristeza;  y le permitió a su corazón ver la esperanza y dar y sentir el amor entre un hijo y una madre, al darle a su vida la oportunidad de adoptar un bebé. 

Me cuentan, que en ese entonces, fue una decisión lenta y difícil, con la gran incertidumbre que solo el tiempo resolvería, de estar haciendo lo correcto.  Y por lo que me ha tocado vivir cerca suyo, se que tampoco fue una decisión fácil de llevar a cabo.  Como todas las mamás, Nohelia ha tenido, desencuentros,  tristeza  y hasta decepción a lo largo de su vida maternal.   Más, nada de eso ha hecho que se arrepienta ni un solo instante de haberse decidido a ser mamá.  Porque a cambio de eso,  también ha tenido muchas alegrías: cumpleaños que celebrar, escuelas que visitar, paseos que realizar, bracitos que rodeen su cuello para abrazarla, un cuerpito a su lado a quien proteger y ahora más cercano, tuvo una boda que preparar, un nietito que esperar…

Sin embargo, creo que todavía, Nohelia no alcanza a comprender por todo lo ilusionada que este nuevo angelito la tiene, que recién acaba de recibir la respuesta a todas sus plegarias en momentos tristes, la recompensa divina a todo su amor tan desinteresado, la respuesta más concreta a la pregunta más difícil de resolver: ¿Estaré haciendo lo correcto?

La felicidad aún la tiene trastocada, ¡en buena hora por ella!  Pero se que cuando ella asimile todo esto tan bonito que ahora vive… Vendrá todavía algo mejor: Verá el desenlace y la importancia de su decisión de hace tantos años atrás.  Sentirá un regocijo muy grande, como de quien llega a la meta y encuentra la recompensa a la vez.  Se sentirá bien consigo misma y estará orgullosa de sí y agradecerá a ese Dios tan inmenso el haberle permitido, aunque no de la manera tradicional, entrar a ese grupo tan privilegiado donde se es mamá y se da y se recibe amor, no solo por una generación… sino por todas las que vendrán.

No, mi amiga no se equivocó.  –“Hiciste lo correcto, Nohelia”.


Reflexión:

La vida nos pone pruebas que debemos aprender a vencer.   Un hijo es un hijo venga de donde venga, tan solo se necesita una madre para convertirlo en “un hijo” querido y amado. Felicito a las mujeres que han sido capaces de vencer todos los obstáculos y se atrevieron a dar el paso de ser mamás por adopción.  Pero más felicito a sus hijos, por la bendición de tener una madre valiente que los cuida y los protege y con  la facultad de amarlos por encima de todos los prejuicios sociales.

            Y a las señoras que puedan estar teniendo alguna dificultad en concebir, las exhorto a que continúen en su intento, pero que no descarten la alternativa de una adopción.  Esta decisión les puede cambiar la vida y  devolver el amor y la esperanza a sus vidas y a la de alguien más…

Escrito originalmente para revista Mama de Hoy, www.mamadehoy.com, modificado para este blog por su autora Nereida Patiño.