sábado, 27 de noviembre de 2010

Amores Infantiles ¿Cómo actuar cuando nuestros niños se enamoran...?

        Tengo poca edad para ser suegra.  Sin embargo, quien le explica eso a mi hija mediana; que no entiende que su corazón va mucho más rápido que su edad. Y es que a sus cortos nueve años, ha tenido tres largos romances… Cada uno aproximadamente de tres años.  Sí, eso le duran los enamoramientos a esta niña.  Son laaaaargos, y sin tener leña en el fuego… porque son de ella soliiiita.

La primera vez que tuve idea de esta situación, fue algo digno de una caricatura.  Salí a conversar con el grupo de vecinitos y encontré el cuadro: Mi hija mayor conversando despreocupada, mientras que un vecinito enamorado hacía bromas entre el grupo  y trataba de llamar su atención,  y en el medio de esa escena; mi reinita pequeña,  tratando de atravesarse para llamar la atención a su vez, de quien ni siquiera había notado su existencia; sino la de su hermana.

Aunque no lo crean,  esto se repitió durante los dos años siguientes.  El enamoramiento fue tal,  que regaló un Barney hermoso  que bailaba y cantaba, cuando tenía cinco años… ¿ Y adivinen a quién…?   Nada menos que a la hermanita del niño.  A la cuñadita… igual que hicimos nosotras,  en alguna ocasión.  ¡Gracias a Dios se mudaron al poco tiempo y entonces sí, fin del amor platónico,  como era de esperarse!

Esto se repitió de diferente forma,  pero con igual intensidad en Kinder, al poco tiempo de olvidar al primero.   Recuerden que a “Rey…”  Bueno ya ustedes saben,   parece que ella también se sabía el curso. 

El segundo no correspondió más que el primero.  Lo que más recuerdo de él,  fue una tarde en que la recogí en el colegio y ella aprovechó la ocasión para "presentármelo", pero dándole una correteada al asustado niño, el cual huía más, mientras ella más lo llamaba por un lado y me decía por el otro:  “Ven, acércate al bus, que te lo quiero presentar”. 

Esto último no se llegó a dar.  A pesar de su insistencia, tanto el niño,  como yo,  renunciamos a su empeño. Él por el susto y yo porque esta situación no era nada fluida, sino todo lo contrario.    Gracias a Dios, este también se mudó.  Se cambió de colegio y… “A otra cosa mariposa...”

No obstante todo lo anterior, desde hace ya dos años y medio supe que nuevamente tenía yerno y de la manera más brusca para una “Suegra”.  Encontré entre las pertenencias de mi “niñita” una tarjetita… Arrugadita, mal cuidada, pero intacto el texto: “Ya no es un secreto…”  -decía el escrito.  Y en un cuadrito que sostienen Pluto, Micky y otro perrito que no se quién es… habían escrito con una letra bastante malita: “si no algo más.”  

Recuerdo que hasta entonces estaba riendo, mi mente curiosa se preguntaba divertida:  ¿De quien será esto?  Imaginen mi cara al dar vuelta a la tarjetita y seguir leyendo: “…Me derrito por ti y qué?  Solo quería que lo supieras.”  decía la tarjeta. Y en el mismo cuadrito igual a la imagen frontal, habían escrito también: “que te amo, Fulanito.”  Y para sacarme de la incredulidad, firmaba: Ella, mi hija.

Asustada,  conversé con ella, me pareció que le gustaba el niño, pero nada importante.  Y paso el primer año, y así mismo pasó el segundo… Le comenté a su papá: “Hay que estar pendiente, uno nunca sabe…”  me dijo el exagerado.  Mi mamá “serena” me dijo:  “¡Ay, no!, ese niño es inofensivo…” Eso me tranquilizó por otro año.  Pero ya vamos por la mitad del tercero…  Y me enteré que le manda chocolates… “¡Mi madre, parece que este no es tan platónico nada!”, digo yo. 

Hace poco, me corroboró que le gustaba el niño todavía.  Y lo dijo tan tranquilita, con la serenidad del que tiene un secretito bonito.  “Me parece bien”, le mentí aparentando tranquilidad…   “Pero, tu sabes que las reglas son que puedes tener amigos, pero nada de “inventos” hasta que estés ya grande como tu hermana, ¿Verdad?”  Pregunté aterrada.  “¡Claro mamá, ya lo sé!”, me dijo impaciente. “¡Ah, bueno!”  Le volví a mentir.

Y es que no se que hacer… solo el tiempo,  las enseñanzas y los cuidados sobre ella lo dirán. 

La familia de este niño lleva toda mi vida viviendo donde están… La verdad, creo que este nunca se va a mudar… ¡Ay Dios, y ahora, ¿quién podrá ayudarme…?!


Mi lección:
No podemos controlar los gustos y sentimientos de nuestros hijos.  Mientras sean niños, mayormente el destino se desarrollará como quisiésemos para ellos, pero llegará el día en que las cosas se saldrán de nuestro control y en ese momento solo podremos confiar en nuestros cuidados y la educación que les dimos.  Estas serán sus mejores armas, entreguémoselas y dejémoslos actuar.

Artículo escrito originalmente para Revista Mamá de Hoy, http://www.mamadehoy.com/  Adaptado para este blog por su autora Nereida Patiño