viernes, 15 de abril de 2011

Enseñar con el ejemplo y Aceptar la vida como venga... La doble lección de un buen padre

Hay quienes dicen que lo mejor que le pueden dejar los padres a los hijos es su ejemplo y yo estoy de acuerdo.  
Suavemente, poco a poco, los padres van transmitiendo sin querer lo mejor o lo peor de ellos mismos y casi siempre, bajo su propia orientación,  solo se toma lo mejor…  Todo esto no lo digo por el ejemplo que yo pueda estar dejando a mis propias hijas, lo digo por el ejemplo que mi papá me está dejando a mí. 
A mis 41 años, aun estoy aprendiendo lo mejor de mi papá y me siento como una niña que recién empieza a  asimilar toda la enseñanza que él me está dejando.  Yo pensé a los veintitantos años que ya lo había aprendido todo de él: La honradez, la puntualidad, su disciplina, su integridad, etc.  Todos esto, cosas que he seguido aplicando  a lo largo de todos mis años de adulta.  Por supuesto, siempre recordando la templanza y la firmeza con que  mi padre la ha aplicado en la suya propia.
Sin embargo, nada de esto me preparó,  aunque si me ayudó mucho… a sobrevivir los momentos más difíciles que como adulta me ha tocado vivir. 
Casi he desfallecido estos últimos años con una infinidad de situaciones juntas que me han llegado, la mayoría mucho más allá de lo que yo alguna vez creí que tendría que vivir…  Y en cada momento de estos, tan difíciles… aunque los he afrontado con fortaleza, por dentro todo mi mundo se ha visto tambaleado y yo misma me he sentido débil e incapaz de seguir…
Cuento todo esto para reflejar lo dificil que me ha sido como ser humano, aún con toda mi madurez,  asimilar las dificultades y sobreponerme a ellas.  Me he sentido mil veces vencida y mil veces he vuelto a ser la niña que quisiera tener a sus padres, para correr a ellos,  abrazarlos y dejar los temores atrás.  Y cuando digo esto, les confieso que no me reconozco de tanta debilidad, por esto,  sé que que esta sensación de incapacidad, no tiene que  ver con madurez, sino con preparación emocional y quizás hasta espiritual, para las vueltas de la vida. 
Pero como Dios sí que no deja nada al azar, vuelve a mandarme a mi padre, cuando yo creí que ya todo lo que me podía enseñar estaba dado y a una edad en la que muy poco los busco para hablarles sobre los pormenores de mis problemas…
Mi papá es un hombre de 68 años, pero a quien nunca había visto  como un anciano (ni siquiera sospechaba que tenía esa edad), siempre lo vi en los sesenta ni uno más y quizá algunos menos. Año tras año, nunca asimilé que mi papá iba envejeciendo, y lo mismo le pasaba al resto de la humanidad, pues a esa edad era un hombre 100% sano, de buena alimentación, ningún tipo de malestar físico, ni enfermedad conocida.  De esos señores que se levantan de madrugada y recogen, ordenan, cocinan, limpian patios, viven una vida tranquila, no tienen vicios, y a su edad tampoco muchos sobresaltos, fuerte de carácter, algo difícil dirían algunos, muy recto digo yo.  Con una visión tan grande de la vida y tan madura, pero quien siempre dijo que preferiría "estar mil veces muerto,  que convaleciente en una cama y como un viejo enfermo", que cuando algo así le pasara lo dejásemos morir… 
De tan activo y ágil que era, hace ocho meses se le ocurrió como hacía siempre, montar a un árbol del patio a podarlo: “Para que dejase colar las luz del sol” justificaba cada vez, pero con tan mala suerte, que en esta ocasión cayó desde una altura equivalente a un tercer piso…
Desde entonces,  puedo decir que todo fue más allá de lo que se puede ver en cualquier telenovela: la ambulancia que corre con él herido, las malas noticias de parte de los doctores, nosotros los familiares queriendo poner buena cara para no desalentar a los demás, la resignación que mandan a tener los doctores por si el familiar muere, la sala de cuidados intensivos, donde te dicen que tu familiar está entre la vida y la muerte cada día por casi cuatro meses, el llanto un día,  la esperanza otro…  La voluntad de Dios por delante de todo.
La primera vez que me dejaron verlo, después del accidente, tuve que leer su nombre en la camilla, para asegurarme que la persona totalmente inchada y desfigurada que veía era él.  Ese día tenía doce aparatos conectados a la vez.   Un día se hinchó tanto su cuerpo por una bacteria en los pulmones, que pensé que moriría tan hinchado como un sapo.  Otro día llegué y me lo encontré tan al borde de la muerte que aunque no estaba dormido, no nos reconocía y cada intento de respiración pensamos que sería el último.  Yo misma le día mi número a la enfermera para que me avisara si había algún desenlace fatal durante la noche, luego de rogar que nos dejasen quedar a su lado infructuosamente.   Algunos hombres de mi familia, renunciaron a verlo, preferían solo recibir noticias, por no soportar el estado tan delicado en que estaba. 
Pero gracias a Dios, después de resignadamente haberlo puesto en sus manos y acatar su voluntad, fuera cual fuese, mi padre sobrevivió a una bacteria nosocomial en los pulmones, otra en una cavidad del corazón y a dos paros respiratorios.   Aunque su médula no corrió con tanta suerte y se vio seriamente afectada por la caída,  lo que provocó su inmovilización total del cuello para abajo.  No puede mover ni los brazos, ni las piernas. Y respirar por sí solo, es otro milagro, pues los especialistas no creían que podría volverlo a hacer...  Estuvo conectado a un respirador artificial por los cuatro meses que estuvo en una sala llamada  "Cuidados Intensivos de Neuro"   Paso tres meses semi-inconsciente, de esta etapa recuerda muy poco. 
Ahora su pensamiento es perfectamente claro y lúcido como siempre, pero su cuerpo no lo acompaña.
¿Y cómo se imaginan que me sentía cada vez que pensaba en la forma en que iba a tomar toda esta situación, un hombre tan activo como él?  Eso me ponía triste.  Tenía la sensación de que él no podría apreciar la vida y que se iba a sentir muerto de todas formas.  Pensé que ese carácter fuerte del cual muchos ya se quejaban,  iba a tornarse amargo e insoportable y que nos iba a reclamar por dejar que le salvasen cuatro veces la vida… Pero no ha sido así. 
MI papá lo ha tomado como algo que pasó simplemente.  Una situación dada, a las que hay que seguirle el juego.  A pesar de que a veces lo siento triste, él lo ha tomado como una etapa en su vida, como algo que tiene que vivir.  Y cuando se le llega al visitar, está tranquilo, mirando la televisión y todavía sigue preguntando si todo está bien en nuestras vidas. 
Tiene paz en su alma y en su corazón a pesar de que la vida le cambió radicalmente.  Para que tengan una idea mejor, él solo llevaba en retiro de jubilación un año y toda su vida anterior la vivió tres semanas de viaje y una en el hogar. Ahora no se puede ni mover de una habitación de 5m2, porque hasta la silla de ruedas es incómoda para su cuello y solo resiste dos horas diarias en ella.
Cada vez que lo visito y entro a su habitación, siento una admiración al verlo tan sereno y calmo ante una situación tan diferente a la que estamos acostumbrados para él.  Y hay paz, hay paz en su alma y en su alrededor; hasta a mi mamá,  que al principio la sentía un poco frustrada y agobiada con toda esta situación, también la encuentro en paz. 
Hoy me parece que sus vidas son como esas ramas de árboles inmensos, que la brisa mece para un lado y otro, pero que al final son tan resistentes y tan estables, que nos dan esa sensación de que allí no pasa nada y hasta quisiéramos ser ellas…
Para finalizar, debo reconocer  que extraño un poco a esa persona activa que ya no está.  Y también que me siento un poco triste porque ahora si le han caído los años, cuando me habla y lo veo, mucho más viejo que hace ocho meses atrás, en este tiempo ha envejecido desde los 60 que siempre le calculé hasta casi los  70 que está ya por cumplir, y eso me llena de nostalgia.  Ahora también lo veo más vulnerable, pero yo creo que ese es solo mi parecer, el de una persona que debe aprender mucho a sobrellevar las cosas de la vida sin mayor resistencia y no con tanta rigurosidad… 
Sí,  mi papá en estos últimos meses, me ha dado las mejores lecciones de mi vida, una ya la conocía aunque no la tenía muy clara:  Predicar con el ejemplo y la otra:  Aceptar las cosas de la vida como parte natural de si misma.  Aunque ambas las tengo ante mí, todavía no logro asimilarlas, pero sé que dentro de poco lo lograré.  Y espero ser tan sabia y fuerte entonces, como lo ha sido él, como la rama de un viejo árbol que se dobla… pero que no se rompe.